martes, 11 de diciembre de 2012

Muramasa: El Sable Chamuco: Más que sólo belleza


Muramasa: The Demon Blade es, sin lugar a dudas, el juego más bonito que he jugado; el juego visualmente más hermoso que jamás haya jugado. Es su característica más famosa. A Vanillaware se les conoce por los logros visuales de sus juegos. Su nivel de atención al trazo y al color es sólo comparable con aquel de las películas de Ghibli. Curiosamente, el estudio Ghibli ya ha participado en la creación de un juego: Ni no Kuni, con Level-5, que en mi opinión, no se ve tan bien como este juego. Aunque tal vez sí más vivo.
Todos los fondos y personajes están dibujados a mano, con asistencia digital seguramente, pero igual. Y coloreados con métodos ingeniosos que permiten cambiar las tonalidades para poder cambiar la iluminación del ambiente. Resulta en algo sumamente lindo e impactante cuando paseas por determinada área y tiene un fondo que ya habías visto antes, pero coloreado completamente diferente, haciendo posible ver la misma escena pero en diferentes horas de día, al atardecer, de noche, etc. En todo esto me recuerda a Valkyrie Profile.
Los escenarios están ensamblados con la vieja técnica de capas de imagen sobrepuestas para crear la ilusión de profundidad y de tridimensionalidad, muy popular en juegos 2D. Aun cuando son sólo como cuatro o cinco capas las que se utiliza, y aun cuando la dimensión de todas está muy bien atendida, el juego se sigue viendo plano. Suena gacho pero no lo es. Es que es gracias a el hecho de que el juego luzca bidiemnsional que da la ilusión de verse como caricatura en movimiento; animaión. Jugar Muramasa es como jugar una película de ánime. La fluidez de los personajes y los fondos tan hipnóticos hacen que genuinamente luzca como una animación filmable. Aunque sin cinematografía alguna y desde un mismo plano siempre, claro está.
Ya si lo que queremos es halagar por completo su estética, estaría bien decir que el diseño de personajes es chulísimo y que los menús tienen más estilo que poeta francés.

Resulta curioso, entonces, que su capacidad de crear inmersión yazga en su frenético gameplay.
Muramasa es de esos juegos como No More Heroes, en donde el combate en realidad no tiene mucha profundidad ni complejidad sistemática, pero que su alta velocidad y su gran vistosidad hacen que parezca lo contrario. Son estas cualidades, velocidad y vistosidad, que resultan en que uno tarde en aburrirse de jugar, aún cuando, sin darse cuenta, uno repite los mismo patrones miles de veces. Ayuda también muchísimo a que ver a alguien jugarlo sea casi tan entretenido como jugarlo uno mismo.
Como las batallas son tan rápidas y no dan oportunidad de detenerse, es muy común encontrarse dando botonazos y palancazos llenos de frenesí. Uno no puede ser tan sensible a las acciones que están reflejándose en la pantalla, pero como al final, de una manera o de otra, todos los enemigos caen muertos, no hace falta cuestionarse mucho qué fue lo que pasó.
En juegos como estos el aprender a jugar es interesante: pues no se trata de acceder a nuevas mecánicas conforme se avanza, sino de aprender a usarlas. Empiezas el juego con todas las técnicas con las que vas a terminarlo. Todas están ahí al alcance de tu dominación. Más bien lo que va pasando, es que irás asociando los benditos accidentes que te dan la victoria, con los comandos existentes. Esto aplica igual a la hora de que las cosas no hayan salido tan bien y mueras: comenzar a entender por qué y cómo pasan las cosas. Así, del caos que es jugar Muramasa siendo un novato, uno va rescatando pequeños dejos de información que van siendo asociados con las posibilidades que se conocen, hasta llegar a ser capaz de entender por qué pasa cada cosa que pasa.

Otra característica que manifiesta la dualidad de simpleza/complejidad, es el hecho de que todos los ataques (con pocas excepciones) se realicen con el mismo botón. A pesar de eso, es amplia es la variedad de movimientos que se logra tener al combinar el solitario botón con la palanca de dirección, y al especificar el orden de los comandos. La corona del minimalismo botonal del que sufre el juego es que no haya botón para saltar, sino que se haga presionando la flecha del arriba. Habiendo 8 botones en el control, de verdad fallo en comprender la necesidad de saltar así.

Volviendo a la idea, Muramasa es un título completo, por ofrecer una calidad de juego fragante, muy aparte y encima de su estética tan sobresaliente.
Está lejos de ser un juego perfecto, y definitivamente no es una obra maestra. Tiene inconsistencias muy notorias en la dificultad, tan graves como que hacen que varios elementos del juego sean redundantes o inútiles. Mas no por eso deja de ser un juegazo, muy digno de reconocimiento y de ser recordado. Ya es un juego de culto, y estoy seguro de que seguirá añejando bien. Veremos cómo cambia las cosas el port para Playstation Vita.

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